¿Somos lo que comemos?
Alguna vez seguro que has escuchado la frase “eres lo que comes”. Pero ¿Hasta donde hay de cierto en esta frase?
Como sabes (y confirma Prieto, 2011), hábitos sanos como una buena dieta y ejercicio físico regular previenen de numerosas enfermedades físicas, pero también refuerzan nuestra salud psicológica. Sabiendo esto, y recordando la frase de mens sana in corpore sano, se corrobora la ya conocida relación entre cuerpo y mente ¿Pero llega la comida a influir realmente en nuestra cabeza?
El cerebro es un órgano muy importante de nuestro cuerpo y como debe estar en constante funcionamiento, una parte de las calorías que consumimos al día van destinadas a él. Siguiendo a Rodríguez y Solano (2008), se puede recordar por ejemplo la importancia de la vitamina B12, pues su deficiencia severa afecta a la memoria y puede conducir a depresión o diversas disfunciones a nivel mental. Nuestra alimentación debe suministrarnos nutrientes importantes para nuestra salud mental y el adecuado funcionamiento de nuestro cerebro.
Siguiendo con la depresión, Ontiveros (2016) en una revisión relativa a la depresión y la calidad de la dieta, dice que uno de los factores que pueden contribuir a la aparición de la misma es la alimentación, pues esta influye mucho en la salud mental, pudiendo ser un punto clave tanto a nivel paliativo como preventivo en la depresión. Por último, comentan que “las personas con alto consumo de frutas y vegetales obtienen mayor puntuación en los test cognitivos, presentan menos síntomas depresivos, y disminuyen el riesgo de padecer depresión”.
Por otro lado Sanz, Blanco, Gamo y García (2011) del Servicio de Salud Mental de Parla (Madrid) afirman que “los estados afectivos influyen en la dieta; lo más claro es la disminución de la ingesta en la tristeza, el duelo, el afrontamiento de problemas y en menor medida en los estados de ansiedad. El aumento de la ingesta también se produce con la ansiedad, pero en menor medida”. Asimismo, aseguran que existen deficiencias en la organización, calidad y cantidad de la alimentación de pacientes con diagnósticos varios (trastornos afectivos, trastornos de personalidad, trastornos psicóticos, trastornos alimentarios, etc.).
Parece que al final sí somos lo que comemos y la dieta es un factor preventivo y paliativo a nivel de salud mental y física muy relevante; vemos además que nuestros estados emocionales y mentales también pueden influir en cómo nos alimentemos, así como ciertos diagnósticos pueden llevarnos a tener pautas de alimentación desorganizadas y poco adecuadas que podemos y debemos mejorar.
Y tú ¿Crees qué es importante comer sano y cambiar nuestra dieta para mejorar nuestra salud mental?
Bibliografía
Ontiveros Marquez, M. (2016) Depresión y Calidad de la Dieta: Revisión Bibliográfica. Archivos de Medicina, 12 (1:6). Recuperado de https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5457000
Prieto Bascón, M.A. (2011) Actividad física y salud. Revista digital: innovación y experiencias educativas, 42. Recuperado de https://archivos.csif.es/archivos/andalucia/ensenanza/revistas/csicsif/revista/pdf/Numero_42/MIGUEL_ANGEL_PRIETO_BASCON_01.pdf
Rodríguez, A.; Solano, M. (2008) Nutrición y Salud Mental: Revisión Bibliográfica. Revista del postgrado de psiquiatría UNAH, 1(3). Recuperado de http://65.182.2.242/RHPP/pdf/2008/pdf/Vol1-3-2008-3.pdf
Sanz Rodríguez, L.J.; Blanco Martos, A.I.; Gamo Medina, E.; García Laborda, A. (2011) Hábitos de alimentación en pacientes atendidos en un servicio de salud mental. Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq, 31(1). Recuperado de http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0211-57352011000100004
Elena Amiano Pardo
Psicóloga
Colaboradora del Centro de Psicología Calma al Mar, Valencia
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