Miedo, ansiedad y fobia
¿Qué es el miedo?
El miedo es una emoción básica que tiene importancia para casi todas las acciones que realizas. Se trata de un sistema de alarma que se dispara ante la presencia de un peligro (real o no). Tiene un gran valor para la supervivencia y resulta muy útil ya que activa tu sistema de alerta y la energía necesaria para hacer frente al peligro, promoviendo la precaución y prudencia.
Para hablar de miedo es necesario que exista un objeto o situación identificables ante los que reaccionar con miedo. Ahora bien, para que resulte adaptativo es necesario que se produzca una cantidad adecuada de miedo; si tienes poco miedo puedes actuar con descuido, pero si tienes demasiado miedo puedes reaccionar de forma muy poco eficaz.
El miedo se manifiesta de diversas formas:
- Sensaciones corporales (taquicardia, sudor, temblor, respiración entrecortada…).
- Pensamientos, que pasan muy rápidos por la cabeza (voy a morir, me van a atacar, no puedo salir de aquí…).
- Comportamientos (salir corriendo, quedarse petrificado, gritar…).
¿Qué es la ansiedad?
La ansiedad es una reacción emocional en la que pueden estar implicados sentimientos de excitación, alarma, cólera, tensión, enfado, nerviosismo, preocupación, junto con un componente fundamental de miedo. Es un fenómeno más subjetivo y más complejo que el miedo, no es una reacción tan automática. Cuando experimentas ansiedad no reaccionas ante un riesgo inmediato sino ante la sensación de amenaza. Además, el miedo está centrado en el presente, mientras que la ansiedad está más orientada hacia el futuro y hacia la posibilidad de control y predicción de los acontecimientos. Sin embargo, las sensaciones fisiológicas, los pensamientos y el aspecto conductual también forman parte de la ansiedad, al igual que en el miedo.
La ansiedad también puede influir en tu rendimiento, puede perturbar la acción o facilitarla. Con un nivel muy bajo de ansiedad prácticamente no podemos actuar, no llegamos a enterarnos bien de lo que exige la situación y de lo que debemos hacer, pero si la ansiedad aumenta demasiado puede resultar muy perjudicial, estamos demasiado alterados y no atendemos a los aspectos importantes de la tarea. Por tanto, necesitamos un punto medio de ansiedad, justo la suficiente como para que estemos interesados, atentos, con una buena disposición y confianza para actuar de forma eficaz.
¿Qué es una fobia?
Son miedos desproporcionados, irracionales y no adecuados ya que, objetivamente, no hay razones suficientes que justifiquen la reacción de miedo.
¿Cómo reconocer una fobia?
- Son respuestas muy intensas de miedo que resultan desproporcionadas en relación a la situación.
- Son irracionales, esto es, no desaparecen a pesar de las explicaciones y/o razonamientos correctos (la persona admite que no tienen mucho sentido).
- No están bajo control voluntario. Los intentos que lleva a cabo la persona para vencer el miedo suelen tener poco éxito.
- Hacen que la persona evite la situación temida. Si la situación o el objeto de temor fóbico son muy específicos, el hecho de evitarlos puede no interferir excesivamente en la vida dela persona (por ejemplo la fobia a las serpientes). Sin embargo, en muchas ocasiones la fobia impide llevar una vida normal y hace que la persona esté limitada de modo muy importante en todas las áreas de su vida.
¿Para qué sirven las respuestas de miedo y/o de ansiedad?
El miedo o la ansiedad pueden ser útiles a la hora de enfrentarse a una situación amenazante, peligrosa o, simplemente, difícil. En esas situaciones son respuestas “adaptativas”, es decir, tienen una utilidad, sirven para algo. Resultan útiles cuando nos enfrentamos a verdaderas amenazas tanto físicas (por ejemplo, un atraco o un accidente) como sociales (por ejemplo, presentarse a una entrevista de trabajo). En este tipo de situaciones un cierto grado de miedo y/o ansiedad es útil porque nos pone alerta y podemos prepararnos para enfrentarnos a ellas. Si nos enfrentáramos a esas situaciones sin experimentar ningún miedo o ansiedad, seguramente no obtendríamos buenos resultados. Sin embargo, cuando la reacción de miedo o de ansiedad es desproporcionada en relación a la intensidad del peligro, o cuando no existe un peligro real, nos encontramos con una reacción inútil que, en lugar de ayudarnos, nos causa problemas.
¿Cómo tratar una fobia?
Ante las situaciones o objetos fóbicos, la respuesta suele ser la evitación, la cual pruduce un alivio a dicha situación o objeto temido disminuyendo tus niveles de ansiedad. No obstante, este “alivio” presenta varios problemas:
- El alivio es momentáneo, de poca duración.
- Cada vez que se evita algo, resulta más difícil hacerle frente la siguiente vez.
- Poco a poco, se llega a desear evitar cada vez más cosas.
- Impide realizar actividades que se desean hacer.
- Se acaba usando la evitación como un arma para afrontar los problemas.
- Reduce las probabilidades de superar el problema.
Por tanto, aunque a corto plazo evitar suponga un alivio, a largo plazo origina problemas importantes. De modo que el objetivo principal del tratamiento consiste en aprender a afrontar las situaciones temidas. Ello se consigue mediante la técnica de la exposición.
¿En qué consiste la técnica de exposición?
En un principio, la simple idea de enfrentarte a lo que temes puede parecerte horrible y puede que te sientas incapaz. Pero no se trata de que te enfrentes a las situaciones que temes de golpe, sino que se hace paso a paso, por etapas, haciendo primero las cosas fáciles para ir pasando, gradualmente, a las más difíciles.
Es posible que experimentes miedo cuando te enfrentes a lo que temes, pero después de algún tiempo en exposición, el miedo disminuirá y llegará a desaparecer. Un aspecto importante de la exposición es practicarla de forma regular, si es posible a diario, ya que con ello conseguirás adquirir el hábito de enfrentarte a las situaciones que hasta ahora has estado evitando. Además, al realizar las tareas de exposición puedes utilizar alguna técnica de control de ansiedad, como la respiración lenta.
¿Cómo se lleva a cabo la exposición?
- Haz una lista de las situaciones concretas que evitas, elije las que sean más importantes y gradúalas en función de la dificultad que te suponga enfrentarte a ellas.
- Empieza con la situación más fácil.
- Repite la práctica de esta situación todas las veces necesarias hasta que puedas controlarla sin dificultad.
- Pasa a la siguiente situación de la lista conforme vayas superando las anteriores.
- Da importancia a cada situación que logre superar. No valorar los éxitos hace que uno se sienta mal y es un obstáculo para seguir intentándolo, así que recompensate cada uno de los esfuerzos que hagas aunque le parezcan mínimos.
Es importante que registres los niveles de ansiedad en cada práctica de exposición para poder comprobar posteriormente cómo la ansiedad baja.
ALBA USÓ GONZÁLEZ
-PSICÓLOGA GENERAL SANITARIA-
E-mail: albausopsicologia@gmail.com
Instagram: albausopsicologia
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