La importancia de un NO a tiempo
La socialización es una de las características definitorias del ser humano. Estamos en constante contacto con personas, en cada momento del día. Aunque estés en solitario en la intimidad de tu habitación, hablas con alguien por WhatsApp, Facebook, Instagram… es indiferente la vía (entiéndase en este contexto).
El caso es que estamos en comunicación 24 horas al día, 7 días a la semana.Y, dentro de esa conexión humana, noz unen lazos emocionales. Unos más fuertes que otros, laborales, compañerismo, amistad, familiares, pareja… El grado de afectividad lo deciden ambas personas. Y en esa relación se da y se recibe.
Aunque la propia relación sea un fin en sí mismo, su motivación es intrínseca a la propia unión, siempre das algo (cariño, compañía, comprensión… lo que quieras), y esperas recibir lo mismo (más o menos de la misma forma).
Y ayudas. Ayudamos. Continuamente, todos los días. Es normal, y sano, y necesario, que prestemos nuestro apoyo. Que hagamos cosas por la otra persona, pues esperamos ser ayudadas/os cuando lo precisemos.
Vale, y ¿dónde está la línea entre el abuso y la ayuda?, ¿cuántas veces has deseado decir NO, pero has dicho sí?, ¿o has sentido que se están aprovechando de ti? Entiendo que es una oferta-demanda pero, a veces, la demanda es excesiva.
Recuerdo estudiar esto en la universidad, y la profesora nos dijo: «es abuso cuando esa persona que te lo pide lo puede hacer, sin problemas, pero prefiere pedírtelo a ti. O cuando saben que vas a decir que sí, sin tener en cuenta tus opiniones o preferencias». Ay, cuánta verdad en estas palabras.
Muchos problemas y preocupaciones de nuestra vida se solucionarían con un NO a tiempo. Cuando tu jefa/e se excede en su posición, cuando no te apetece salir con un/a amiga/o, cuando no quieres hacer algo… NO.
Es realmente difícil, tan breve y fácil de pronunciar, pero supone una cuesta arriba cuando queremos decirlo y parece que se nos atasca en la garganta. No quiere salir.
Y como en todo proceso de aprendizaje, la práctica es la clave. Empieza a decir NO en pequeñas cosas, decisiones insustanciales: comer cierta comida, ir a cierto bar…
Siempre tenemos miedo a que la otra persona se sienta ofendida. Anteponemos su bienestar al nuestro. Está bien en algunas ocasiones y circunstancias. Pero tenemos derechos. Derecho a decir que no.
Si la otra persona se ofende mucho, quizás te des cuenta de la falta de reciprocidad en la relación. Porque está bien dar, ser una excelente persona en tus relaciones personales, pero hay veces que es necesario ponernos delante. Proteger eso tan abstracto e importante que es la autoestima. Equilibrio. Porque si siempre das, al final tu mochila se vaciará. Y, créeme, quien las pagarás serás tú.
Practícalo, hazte amiga/o del NO. Verás que las consecuencias negativas, casi siempre magnificadas en nuestra cabeza, no ocurrirán, o no serán para tanto. Y te sentirás mejor, porque empezarás a hacer lo que quieres, cuando quieres y porque quieres.
Porque tus derechos acaban donde empiezan los míos.
Vanesa Pernas Martínez
Psicóloga sanitaria
Colaboradora del Centro de Psicología Calma al mar
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