La alegría
La alegría viene del latín alicer o alecris. Es un estado de ánimo confortable, fresco, generador de bienestar, vivo, que suele manifestarse de forma externa. Quien la experimenta lo manifiesta en su apariencia, en sus actos, las decisiones y su lenguaje. Si hay alegría, hay optimismo, placer y autoconfianza, pero… ¿Qué más podemos decir de esta emoción?
“No somos responsables de las emociones, pero sí de lo que hacemos con ellas”. Jorge Bucay.
Las emociones desempeñan una función adaptativa y contribuyen a la supervivencia de las especies. En el caso de la alegría, tiene varias funciones que la hacen igual de importante que el resto de las emociones:
- Regulación de los sistemas fisiológicos: Aumenta la concentración de inmunoglobulina (refuerza el sistema inmunológico). Atenúa la respuesta de estrés bajando los niveles de cortisol y adrenalina.
- Regulación de los sistemas psicológicos: Suaviza la emoción negativa, reduce la ansiedad y el enfado. Hace de reforzador instrínseco, y lleva a la persona a esforzarse y persistir en la consecución de metas, y disfrutar con las actividades que realiza. No se cierra ante los problemas.
- Facilita la interacción social. La expresión alegre informa a la otra persona de nuestra buena disposición para mantener una relación comunicativa o interpersonal. Por ejemplo: La sonrisa de un bebé (Siempre genuina), ejerce una poderosa atracción sobre el adulto.
- Regula la interacción social: En el momento que retiras esa expresión la otra persona sabe que deseas finalizar la interacción o que ya no es agradable.
- Conducta prosocial: Tenemos mayor predisposición a prestar ayuda.
Activación psicofisiológica. ¿Qué le pasa a nuestro cuerpo cuando la experimentamos?
Cuando sentimos alegría hay mayor volumen de aire inspirado y expirado, la actividad cardiovascular aumenta acelerándose la frecuencia cardiaca. La actividad electrodérmica también presenta fluctuaciones durante la hilaridad, y en cuanto a la actividad endocrina, aumentan las endorfinas y catecolaminas. Por último, perdemos el control del esfínter uretral.
Expresión corporal: Cuando mostramos alegría los pómulos se elevan y se estrechan los ojos, además de elevar y retraer de forma bilateral los labios y separarlos. Sabemos cómo se sonríe… pero ¿Cuántos tipos de sonrisa podemos encontrar?:
- Sonrisa sentida o genuina (De Duchene): Esta sonrisa es sincera y fiable. Se contraen los músculos cigomático mayor y de la porción orbital del orbicular del párpado (sonreímos con la mirada). Solo se puede sonreír con la mirada cuando es causada por una emoción positiva. Hay una emoción subyacente.
- Sonrisa falsa o fingida: No hay una emoción subyacente. Es un gesto risueño afectivamente vacío. Trata de aparentar un sentimiento que no existe. Suele hacerse por cortesía y para transmitir a la otra persona que estamos dispuestos a comunicarnos e interactuar. En este caso no sonreímos con la mirada.
- Sonrisa enmascarada o miserable: No hay una emoción subyacente. En realidad estas sintiendo una situación negativa y tratas de enmascararla. Por ejemplo: “la risa nerviosa” con la que ocultamos el miedo o la ansiedad, o cuando sonreímos para tratar de reprimir las lágrimas.
La sonrisa de Duchene aparece de forma involuntaria, es una sonrisa emocional. Por el contrario la sonrisa falsa y la enmascarada están carentes de emoción y la realizamos de forma voluntaria. Además, cuando sonreímos de forma sincera tarda más en desaparecer de nuestro rostro. Una sonrisa falsa desaparece tan rápido como ha aparecido al controlarla nosotros.
Si alguna vez no te dan la SONRISA esperada, sé generoso y da la tuya. Porque nadie tiene tanta NECESIDAD de una SONRISA, como aquel que NO SABE SONREÍR a los demás. (Dalai Lama)
Noelia Rodríguez Rosalén. Psicóloga.
Psicóloga jurídica y perito psicológico forense.
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