Experiencias negativas en la infancia y sus consecuencias en la adolescencia
Las experiencias infantiles adversas (EIA) son una serie de eventos o situaciones altamente estresantes y potencialmente traumáticas que se dan en la infancia. Éstas pueden tener un impacto perjudicial y significativo en el proceso de desarrollo emocional, cognitivo y físico de los menores, con posibles consecuencias a largo plazo.
Diversos estudios apuntan que las experiencias infantiles adversas podrían estar relacionadas con el consumo de sustancias en la edad adulta.
Entre la amplia gama de situaciones, aquí se muestran algunos ejemplos:
- Abuso emocional: la exposición a un entorno hostil a nivel emocional, que puede incluir manipulación emocional, rechazo, humillación o insultos, entre otros.
- Abuso físico: como por ejemplo golpes que causan daño físico.
- Abuso sexual: actividades sexuales inapropiadas o forzadas hacia el menor.
- Negligencia: no satisfacer las necesidades básicas mínimas de cuidado y emocionales del menor o no proporcionarle unos cuidados de salud y alimentación apropiados, etc.
- Separación o divorcio de los progenitores: el estrés emocional y cambios en la vida del menor y la rutina que conlleva dicho acontecimiento y proceso.
- Exposición a violencia doméstica: ser testigo o estar expuesto a situaciones de violencia física y/o emocional entre miembros de la familia.
- Etc.
Uno de los factores negativos sobre la conducta de consumo y abuso de alcohol (Campbell et al., 2016) y drogas en la adultez emergente, edad comprendida entre los 18 y 20 años, es el haber pasado por EIA, teniendo en cuenta que estos consumos podrían ser mecanismos desadaptativos para afrontar el estrés producido por estas situaciones negativas (Dube et al., 2003).
A nivel global, sufrir experiencias negativas en la infancia y adolescencia es un factor de riesgo que predice el consumo de drogas ilegales y alcohol en el período de adultez emergente. Analizando los efectos de cada EIA específica, se encuentra un efecto diferencial. Mientras experiencias como abuso sexual o emocional apuntan hacia la misma dirección (mayor consumo de sustancias y alcohol), y participantes con familiares que consumen sustancias tienen más probabilidad de consumir alcohol, otras de ellas presentan una dirección diferente. Por ejemplo, el haber sido testigo de víctima de violencia de género o tener familiares con trastorno mental, acaba repercutiendo en una menor probabilidad de conducta de consumo. Esto podría ser debido al efecto de la resiliencia por parte de los participantes que, mediante la vivencia de estas experiencias, podrían haber desarrollado un efecto protector frente a estos eventos de alto impacto negativo, ante el consumo de sustancias y alcohol.
Por tanto, y como conclusión, se ha demostrado que haber sufrido experiencias negativas en la infancia y adolescencia, predice el consumo de alcohol y drogas en etapas posteriores, aunque por otro lado, alguna de estas experiencias actúan como efecto protector frente al consumo.
- Campbell, J., Walker, R. & Egede , L. (2016). Associations between Adverse Childhood Experiences, high-risk behaviors, and morbidity in adulthood. American Journal of Preventive Medicine, 50(3), 344-352.
- American Journal of Preventive Medicine, 50(3), 344–352. Dube,D ., Felitti,V ., Dong, M.,Chapman,M.,Giles , W., & Anda,R. (2003). Childhood Abuse, Neglect, and Household Dysfunction and the Risk of Illicit Drug Use: The Adverse Childhood Experiences Study. Pediatrics ,111, (3) ,564.
- Felitti, V. J., Anda, R. F., Nordenberg, D., Williamson, D. F., Spitz, A. M., Edwards, V., & Marks, J. S. (1998). Relationship of childhood abuse and household dysfunction to many of the leading causes of death in adults: The Adverse Childhood Experiences. Study. American. Journal of Preventive Medicine, 14(4), 245-258.
Nacho Izquierdo Cuesta
@nacho.izquierdo.psicologo
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