El contrato relacional; la necesidad de comunicarnos mejor
¿Cuando te vas de viaje con tus colegas, opináis sobre qué destino os gusta más? ¿El día que decides pedir comida a domicilio con tu pareja, comentáis qué os apetece? ¿Si te apetece un día ir de compras con tu amig@, le preguntas si está disponible y le apetece? Asumo por puro sentido común que tu respuesta habrá sido afirmativa en la mayoría de casos, y eso tiene sentido; somos seres sociales, y como seres sociales que somos debemos contar con el resto de personas involucradas para poner en marcha planes que les impliquen. Entonces, ¿por qué no hablas con tu pareja sobre qué es lo que queréis y esperáis en una relación?
Antes de que respondas indignad@ que “tú sí que hablas las cosas con tu pareja”, déjame aclarar a lo que me refiero, y entonces, si aún así te mantienes firme en tu posición, probablemente estés en una extremadamente reducida minoría de parejas a la que tengo que felicitar.
No sé si habrás escuchado hablar del concepto de “contrato relacional”, pero si la respuesta es positiva, lo más probable es que te suene el tono burlesco con el que en muchas ocasiones las redes se inundan ante la idea de que “se tenga que firmar un contrato para acostarse con alguien”. Y es por eso que vengo a reivindicar y limpiar el buen nombre del contrato relacional, y a explicar por qué no se trata de “firmar” tanto como de “pactar”.
El contrato relacional es una idea que nace de la imperiosa necesidad de aclarar “qué está sucediendo entre nosotros”, es decir, qué implica empezar una relación, y qué tipo de relación se está empezando. Y es que por muy sencillo y obvio que pueda parecer, la realidad es que las expectativas de las personas involucradas muy a menudo no se corresponden tanto como te esperas. Por eso, el contrato relacional no es más que la definición clara y directa de las necesidades, intereses y expectativas de las personas involucradas en el vínculo que ya existe o se está creando; define qué relación vas a tener y cómo.
Y por supuesto no, no es literal lo de “hacer/firmar un contrato” (aunque no es tan mala idea como te puedas estar planteando). El objetivo de hacer un contrato es hablar, es pactar, acordar las cosas que vas a querer en tu relación y las que no, no se basa obligatoriamente en la idea de redactar un documento oficial con cláusulas para posteriormente firmar y entregar al notario.
Teniendo esto en cuenta, el contrato relacional simplemente busca definir las características de una relación mediante acuerdos concretos y bien marcados, unos que sean capaces de delimitar fácilmente lo que entra en tu relación y lo que no. Pero claro, es posible que llegado este punto me reproches que la gran mayoría de parejas acuerdan claramente cuándo “empiezan una relación propiamente” o no; es cierto, pero el contrato va mucho más allá. No se trata de definir si tienes una relación o no y sus rasgos más genéricos, se trata de entender qué elementos concretos van a definirla: desde el modelo relacional (monógamo o no monógamo) hasta la manera en la que organizáis el tiempo que pasáis juntos y cómo expresáis afecto.
Un contrato relacional se basa en comprender cómo la otra persona entiende las relaciones, qué cosas son importantes para él/ella, qué necesidades presenta, y cuáles son límites claros e inquebrantables. Muchas parejas caen en limitar su comunicación al iniciar la relación, obviando temas clave por parecer “de sentido común” o “muy obvios”, sólo para darse cuenta a la hora de la verdad que no tenían la misma perspectiva.
Algún ejemplo puede ser la manera en la que te relacionas y muestras afecto a otras personas con las que no tienes un vínculo romántico (lo que normalmente es la familia y amigos); ¿sueles tener contacto más físico y cercano o eres más distante a la hora de tratar con tus seres queridos? ¿Tienes algún tipo de interacción con alguien que tu pareja o tú consideréis íntima? Otro empleo claro podría ser la cantidad de tiempo que espera (y desea) cada uno pasar con el otro; ¿eres del tipo de persona que prefiere ser más independiente y sólo quedar en momentos concretos, o tiendes a buscar siempre razones para pasar más tiempo a diario con tu pareja?
Este tipo de incógnitas son las que, cuando no son resueltas, presentan a la larga una gran cantidad de problemas, ya sea por simple incompatibilidad de las necesidades de las personas involucradas, o por acumulación de malestar y posterior agotamiento ante la falta de comprensión y solución de las problemáticas y conflictos.
Entonces, te vuelvo a preguntar; ¿tú hablas todo esto con tu pareja? La realidad es que muchas parejas tendemos a dar por sentado una infinidad de elementos que luego vamos a tener que hablar en la relación. Por eso mismo es tan importante aplicar la idea del contrato y crear la mayor cantidad de espacios de diálogo posibles. Ante todo, comunícate, porque así estarás cuidando tu relación.
Alejandro G. Salazar,
Psicólogo colaborador del equipo Calma al Mar y Asociación Española de Psicología Sanitaria AEPSIS.
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