Depresión Estacional
¿Quién no se ha levantado una mañana, descubriendo que el tiempo es frio, gris y lluvioso y su
estado de ánimo ha cambiado drásticamente, sintiéndose desgraciado y sin ganas de hacer
nada? Esto se trata de algo muy común y por lo que todos hemos pasado, pero cuando se
convierte en algo habitual que afecta a nuestra vida diaria es cuando puede empezar a
considerarse como depresión, concretamente en este caso, depresión ligada a las estaciones.
Las depresiones estacionales suelen tener lugar al comienzo del otoño o invierno, cuando los
días comienzan a acortarse, por lo que las horas de oscuridad son mucho mayores y el tiempo
es más frío y húmedo. Este trastorno es mucho más común en latitudes alejadas del Ecuador,
debido a la mayor variabilidad en las horas de luminosidad, comienza durante la juventud y
tiene mayor prevalencia en mujeres.
Lo más característico de este tipo de depresión, se trata de su remisión con la llegada de la
primavera o verano, y sus principales síntomas serían:
– Estado de ánimo deprimido
– Disminución importante del interés o el placer por todas o casi todas las actividades.
– Aumento del apetito, antojo por alimentos dulces y de alto contenido en carbohidratos, lo
que lleva a un consiguiente aumento importante de peso.
– Tendencia a dormir en exceso.
– Irritabilidad, fatiga y falta de energía.
– Disminución de la capacidad para pensar o concentrarse, o para tomar decisiones.
– Pensamientos de muerte recurrentes, ideas suicidas.
Mucho menos frecuente, pero también existe una variante en la que la depresión estacional
tiene lugar al comienzo de la primavera o verano, desapareciendo con la llegada del otoño. En
este caso y a diferencia de lo anterior, en lo referente a síntomas se producirían los contrarios,
pérdida de peso, disminución del apetito, insomnio y un nivel de ansiedad más acusado,
además del resto de síntomas generales.
Se ha comprobado que se trata de una depresión ligada a los cambios de luminosidad, pero
existe un gran debate sobre las causas asociadas. Algunos expertos postulan que afecta a
nuestros ritmos metabólicos y circadianos; otros abogan más por un punto de vista evolutivo,
debido a que durante el invierno existirían muchos menos recursos disponible y mayor
dificultad para la supervivencia, por lo que sería una forma de adaptación similar a la
hibernación; y por último hay quién también opina que debido a la mayor prevalencia en
mujeres estaría relacionado con algún aspecto reproductivo.
Por el momento no podemos determinar la causa exacta, pero sí podemos llevar a cabo una
serie de terapias para combatirla, como por ejemplo:
– Psicoterapia: Consistiría en aprender formas para manejar el estrés y los síntomas del
trastorno.
– Terapia farmacológica: Uso de antidepresivos, normalmente es la escogida en los casos de mayor gravedad.
– Terapia con luz o fototerapia: Se trata de la terapia más innovadora y que consiste en someterse a sesiones con “luz artificial” simulando luz diurna. Se comienza con unos 10 o 15 minutos de sesión con luz por día, y se continúa aumentando hasta llegar a 30 o 45 minutos diarios dependiendo de la respuesta a la misma.
Ante todo, y lo principal a tener en cuenta para afrontar este tipo de trastorno, se trata de contactar con un profesional que lleve a cabo una evaluación y un tratamiento adecuado, que ayudará a superarlo y a que no se produzcan recaídas.
Laura Nogueira Portela, Psicóloga Colaborado en el Centro de Psicología Sanitaria del Grupo Papillón S.L.
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