Bienestar intrínseco
El bienestar es una palabra que hoy por hoy está en boca de todos. Podemos encontrarla tanto en clínicas y libros especializados, como en literatura general, anuncios de televisión, radio, publicidad, redes sociales, etc. Por lo tanto es normal que este término sea utilizado indiscriminadamente para referirse a varios tipos de emoción o estado físico, mental, espiritual, ambiental/situacional o de estatus social.
Sin ser el objeto del presente artículo el análisis en detalle todas estas tipologías del significado o el uso de la palabra/concepto de bienestar, si que puede ser funcional en primer lugar, diferenciar las definiciones que vienen dadas desde instituciones no especializadas o marcas comerciales debido a que las características o ideas que enlazan al concepto de bienestar siempre va ligado a la generación de un interés general para la compra de algún artículo o servicio determinado. En segundo lugar, es útil diferenciar entre bienestar interior o intrínseco (que va de dentro a fuera y es un estado del individuo), y exterior o extrínseco (que va de fuera a dentro y se relaciona con objetos materiales o elementos ambientales que, por cualquier motivo, nos dan felicidad).
Por lo tanto, desde la perspectiva de la psicología, el bienestar que tiene más relevancia por sus propias características es el intrínseco. Como en otros campos, también pueden encontrarse muchas definiciones del término, si bien considero personalmente, tras la práctica clínica reiterada con diferentes casos, historias clínicas, disfunciones, patologías, etc., que lo que normalmente no tenemos en cuenta es como, independientemente de la persona, se puede conseguir un nivel de bienestar intrínseco suficiente como para tener una vida equilibrada y feliz.
Por necesidad, todas las afirmaciones que engloban a todo el mundo tienen vocación de ser fallidas, por lo tanto diré que por lo general, en aquellas personas que no hay patologías graves ni trastornos mentales severos, el bienestar se alcanza cuando lo que el individuo piensa, siente y hace, están alineados, van en el mismo sentido.
Por ejemplo, una persona que tiene un trabajo que lleva a cabo todos los días durante 8 horas (acción), piensa que esta infravalorado y que no tiene unas condiciones justas (pensamiento) y siente estrés y frustración (emoción), difícilmente podrá estar bien, tener un estado de bienestar que le permita estar equilibrado y feliz.
Así pues, la solución pasa por actuar sobre una o varias de las tres dimensiones hasta hacer que estas estén alineadas y enfoquen a una misma dirección. Esto se puede conseguir, siguiendo el ejemplo anterior, cambiando de trabajo (la acción sería el nuevo trabajo, y tendría que ser uno que pensemos que es bueno para nosotros, y que nos haga sentir bien, que aprovechamos el tiempo o nuestras capacidades, por ejemplo. También podría cambiarse cambiando el pensamiento, cogiendo consciencia de que ese trabajo nos da dinero, y este acceso al consumo, el cual necesitamos llevar a cabo para vivir (esto nos cambiaría la emoción en tanto que por ejemplo, nos sentiríamos útiles, capaces, responsables, etc.).
Como síntesis podríamos decir que una escisión en nuestro rumbo vital tiene como responsable tres dimensiones que están en nuestro interior, el pensamiento, la emoción y la acción, y es nuestra responsabilidad mantenerlas unidas en una dirección funcional que nos aportará bienestar y en definitiva, equilibrio y felicidad.
Carlos Vega, Psicólogo Colaborador en el Centro Sanitario del Grupo Papillón.
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