Alimentación
Hoy en día los problemas de sobrepeso son cada vez más comunes en personas de cualquier edad y sexo. Además, existen otros problemas relacionados con la alimentación que también han aumentado su incidencia en la sociedad. Hablar con un psicólogo puede resultarte de mucha ayuda si sufres algún tipo de dificultad vinculada con la comida. En nuestra consulta de psicología en Valencia podemos proporcionarte ayuda psicológica si estás en alguna de estas situaciones:
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- Estás llevando una dieta para bajar (o ganar) algunos kilos. Quieres ayuda para cumplir esa dieta porque has estado otras veces en tu vida siguiendo un régimen y no has logrado los objetivos que pretendías.
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- Presentas obesidad severa y te está acarreando problemas importantes de salud.
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- Sufres anorexia nerviosa, uno de los trastornos alimenticios más frecuentes.
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- Sufres bulimia nerviosa, otro de los trastornos alimenticios más conocidos.
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- Tienes atracones puntuales de comida, quizá asociados con momentos de ansiedad en tu vida. Quieres aprender a controlar esas situaciones.
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- Padeces ansiedad relacionada con la comida.
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- Por algunos otros motivos, tu relación con la comida ves que no es sana.
8 razones por los que la gente come (y no es por hambre)
¿Sabes por qué come la gente en su día a día? Lo normal sería que respondieses: “Porque tienen hambre”, ¿es así, no? «La gente come porque tiene hambre» es una respuesta razonable.
Pues bien, el dato sorprendente es que en nuestra sociedad desarrollada casi nadie come porque tenga hambre. Lo curioso es que la inmensa mayor parte de lo que comes no responde directamente a una sensación física de hambre, sino a otros factores causados por tu mente. Así es. Por lo tanto, si tu mente los causa, con tu mente puedes regular tu relación con la comida.
¿Por qué come realmente la gente? Te voy a contar los verdaderos motivos:
(1) El principal motivo por el que come la gente es porque es la hora de comer.
Te levantas y lo normal es que al ratito desayunes. Hacia las 2 del mediodía, comes. Y por la noche, entre las 9 y las 10, cenas. Esto en España. En otros países el hábito es similar, aunque puede que variando las horas. El factor de “tener realmente hambre” cuando es la hora de comer puede estar presente… o puede que no. Pero comes, sencillamente porque es la hora de comer.
(2) Porque lo tienes a mano.
Es el segundo factor por el que la gente come. Hay centenares de cosas que ingieres a lo largo de la semana simplemente porque las tienes a mano. Cerca. Si están sobre la mesa, o en tu despensa, es fácil que algún alimento te llame la atención y le eches la mano.
Responde mentalmente a esto: Imagínate que te regalan una caja de bombones. ¿Cuánto tiempo crees que tardan en terminarse si dejas la caja abierta, destapada, sobre la encimera de la cocina? ¿Horas, días, semanas? La gente come “porque lo tiene al alcance de la mano”. Por lo tanto, si te gustan los bombones, probablemente la caja llena no permanezca ahí durante muchas semanas.
(3) Porque te han ofrecido, o porque te han ofrecido y además ¡te insisten!
Es el tercer factor. Piensa en esta situación: Llegas a casa de unos buenos amigos y uno de los anfitriones saca una caja de galletas, o abre una bolsa de patatas fritas, y las deja encima de la mesa. El primer impulso que sentirás es coger una. Es algo automático. No te paras a pensar en si tienes hambre en ese momento, o no. Simplemente lo haces. Lo lógico si comes es que lo hagas en respuesta a una sensación de hambre. Pero en ese momento no. Lo vas a hacer en respuesta a un hábito de cortesía social: coger porque te han lo ofrecido.
Tenemos otra opción. Puede que no hayas prestado mucha atención a las galletas, o patatas fritas, o lo que sea cuando lo han sacado. O quizá lo has visto, pero no te apetecían demasiado. Ahí cuando los anfitriones te animan a comer: “Coge una. Están buenas”. Y ante este ofrecimiento la gran mayoría ya caemos. Sí, caemos. Los que resisten, se tienen que ver con la insistencia repetitiva de algunos anfitriones. Alguna vez quizá hayas rechazado un ofrecimiento de picar algo más allá de 2 o 3 veces, ¿verdad?
Por mi experiencia, si los anfitriones dueños de las galletas superan los 40 años de edad, el nivel de ofrecimiento de comida suele estar en las 3 veces. Si son ya mayores, y han alcanzado el nivel de abuelos/as, el nivel de ofrecimiento puede llegar a ser especialmente cansino, hasta más allá de las 6 veces en los mejores casos. Hay veces en la que el hecho de que piques alguna galleta se transforma en una lucha por ver quien gana.
(4) Porque has comido bastante rápido.
Las personas seguimos comiendo porque no nos sentimos saciadas. Es la siguiente razón. En muchas ocasiones no te sientes saciado/a solamente porque no has dado tiempo a tu cerebro para darse cuenta de que ya no necesitas comer más.
Voy a explicarlo con calma porque es un proceso neurofisiológico un poco complejo. En tu cerebro tienes dos zonas relacionadas con tu sensación de saciedad. Son el núcleo ventromedial del hipotálamo y el núcleo arqueado. Son dos trocitos pequeñitos de tu cerebro que trabajan como centros de control de la comida que ingieres. Estos centros de saciedad tienen una conexión directa con las paredes de tu estómago. Cuando tu estómago está repleto, los sensores de las paredes del estómago están tensos, como las paredes de un globo hinchado. En ese momento envían un mensaje a través de un cableado de neuronas hasta esos centros del hipotálamo para que activen mentalmente la sensación de saciedad. A partir de ahí, te viene esa sensación de: “He comido suficiente. Estoy lleno. Voy a parar de comer”.
El problema aparece cuando tú comes rápido. Si comes rápido puede que llenes el estómago enseguida. La tensión del estómago empieza a enviar señales al centro de saciedad. Pero este centro del cerebro las procesa despacio. Mientras que recibe las señales, las interpreta, y las convierte en una orden clara de parar de comer, tú ya has terminado el primer plato, el segundo, has repetido y ya has pedido el postre. Así pues, comer rápido hace que te sientas saciado/a cuando has llenado el estómago mucho más de lo que necesitabas.
(5) Por terminar el plato, o lo que queda en la fuente, o lo que queda en la olla.
Este quinto es uno de los motivos más frecuentes por los que la gente come. Te va a parecer supercurioso cuando lo leas. Fíjate bien. Desde que eras pequeño o pequeña tu sistema que conectaba el centro de la saciedad de tu cerebro con tu estómago funcionaba perfectamente. Daba gusto sentir la saciedad cuando ya llevabas un ratito comiendo. El cableado de neuronas estupendo que conecta tu estómago con tu cerebro hacía que parases de comer cuando detectaba tensión en las paredes del estómago. Era magnífico. Pero a ti, como a mí, y como a casi todos, te han enseñando que hay que terminarse el plato. Y que está muy mal tirar la comida. Apuesto a que en tu infancia escuchaste más de una vez eso de “hasta que no te termines el plato no te levantas”. Dicho por padres preocupados por la desnutrición de su hijo o hija, y por la idea de que una alimentación muy abundante llevaba a tener hijos sanos. Si estoy acertando para tu vida, lo que te estaba sucediendo es que tu estómago podía enviar señales de saciedad a tu cerebro. Pero tú eras obligado a seguir comiendo. Tu centro de saciedad estuvo durante una temporada activándose con fuerza, generando más sensaciones de saciedad para que parases de comer cuando tu cuerpo ya no necesitaba más. Pero si no atendías a esas señales, y seguías comiendo por órdenes de tus padres, las neuronas que conectaban las paredes del estómago con el centro de saciedad se entumecían por falta de uso. Las conexiones estómago-cerebro se debilitaron por falta de una utilidad real. A partir de ahí tu cerebro creó por asociación y repetición unas nuevas conexiones con tu centro de saciedad. La visión del plato vacío pasó a ser lo que activaba tu centro de saciedad.
Es algo parecido al experimento de Pavlov. ¿Lo conoces? Es muy sencillo. Pavlov tenía un perro. El perro de Pavlov salivaba cuando veía comida. Como es normal. Pavlov empezó a tocar una campanilla todas las veces que le iba a dar de comer. Al cabo de unos días, el perro de Pavlov salivaba cuando escuchaba la campanilla. Se había generado una asociación en su cerebro que provocaba reacciones neuronales generadas por aprendizajes.
En tu cerebro se producen conexiones neuronales nuevas con cada aprendizaje. Si aprendes que tienes que dejar de comer cuando el plato está vacío, la sensación de saciedad va a comenzar a aparecer cuando veas que tu plato está vacío. O cuando hayas terminado lo que queda de la fuente, o lo que queda en la olla. Por lo tanto, no comes porque tengas más hambre sino por un factor puramente psicológico: terminar lo que te queda.
(6) Porque tiene buena pinta.
Has llegado ya la sexta razón por la que la gente come. Y esta es una de las más complicadas de vencer. El deseo de comer (incluso sin hambre) tiene una relación directa con la apariencia suculenta que tienen algunos alimentos. ¡Pero qué te voy a contar! La de veces que tú y yo nos hemos zampado cosas solo porque tenían un aspecto suculento. Seguro que ahora mismo ya se te vienen a la mente algunos ejemplos, ¿es así?
Estudios científicos llevados a cabo en el Instituto Max Planck de Alemania han confirmado que la imagen de un plato con comida deliciosa estimula nuestro impulso automático de comer. Estos estudios le dan una explicación. Concretamente, comprueban cómo mirar fijamente comida apetitosa genera un aumento en tu sangre de la hormona grelina, que con su curioso nombre es una de las principales hormonas relacionadas con la necesidad de comer. La presencia de esta hormona hace que la gente quiera comer solamente porque algún alimento tiene muy buena pinta.
(7) Porque es lo normal.
Vamos con la séptima razón por la que la gente come. Hay veces en la que comemos porque… pues voy a decir: come porque sí. Porque es lo normal. Pues, porque lo normal es tomar segundo plato. Porque lo normal es pedir postre si lo incluye el menú. Porque lo normal es tomar café. Porque lo normal es pedir palomitas cuando vas al cine. Porque lo normal es brindar con alcohol (que hasta tienes a gente que te evita si llevas agua). Porque lo normal es que comas tarta en la fiesta de cumpleaños. Porque lo normal es tomar turrón en Navidad. Porque lo normal si vas a Santiago es que pruebes la tarta de Santiago. Y si no lo haces, pues la sociedad puede pensar que hijito/a, tú no eres del todo normal. Entonces comemos muchas veces porque, como decía una paciente mía: «queremos hacernos los normales».
(8) Porque es gratis.
Te pongo un ejemplo: El sábado pasado estaba con mi carrito por el pasillo central de Carrefour cuando una chica joven con un delantal rojo me invitó a que me acercase a un puesto en el que ofrecía bombones. Era la promotora de una conocida marca de dulces. No tardó en formarse junto a ella una cola de gente ávida de probar esos trocitos de chocolate. Y me pregunté: Si los cobrasen ¿habría la misma cola? Creo que no, no la habría ¿Estás de acuerdo? En ese momento la gente estaba comiendo bombones únicamente porque «eran gratis». Seguro que no tardarías en encontrar momentos de tu vida en los que, sin hambre, has comido porque también era gratis.
Esta opción de “porque es gratis” puede tener una variante interesante. Es la variante de “porque ya está pagado”. Es lo que te pasa cuando el hotel en el que te alojas incluye el desayuno con el precio de la habitación. Tú en tu casa sueles desayunar quizá un café con leche y unas galletas, o algunos cereales. Cuando vas a un hotel con el desayuno incluido te pones dos tostadas con tomate, una napolitana de chocolate, un zumo de naranja y un yogurt, queso, huevos revueltos con beicon, y alguna pieza de fruta por aquello de que la fruta es sana.
Estas comidas de tipo bufet incluso generan la idea de “soy inteligente: voy a salir ganando”. Me explico: ¿qué pasaría si en un desayuno de hotel te pides solo un café con leche y unas galletas, que es además lo que sueles desayunar normalmente. ¿No tienes cierta sensación de que estás perdiendo dinero? El resto de los platos apetitosos de ese bufet están incluidos en lo que ya has pagado. Te lo podrías comer todo y nadie te podría decir ni pío, porque has pagado por ello. ¿Lo ves? Si no llenas tu mesa de platos te sientes, de alguna manera, como si fueses tonto por no aprovecharte de todo lo que ya has pagado. Entonces, la gente come: porque es gratis.
Para terminar este apartado me gustaría llevar tu atención a un asunto super-interesante, y es el hecho de que estos 8 factores no funcionan por separado. Todos ellos son sumativos, y se potencian unos a otros. Es decir, incluso si no tienes nada de hambre, va a ser más fácil que acabes comiendo si es un alimento que te han ofrecido (punto 3) y además tiene muy buena pinta (punto 6). O si lo tienes a mano (punto 2) y además ¡es gratis! (punto 8)
7 soluciones: Cómo actuar para comer
Después de haber visto por qué la gente come sin ser por hambre, voy a aportarte unas cuantas ideas para gestionar tu relación con la comida. Atención, estas pautas que siguen a continuación se dirigen a personas que no tengan trastornos de alimentación. Si tu caso es que sufres anorexia nerviosa o algún otro trastorno alimenticio, sigue las pautas que te recomiende tu médico, tu nutricionista y tu psicólogo. Los profesionales que te atienden están preparados para seleccionar los consejos que mejor te van a venir a tu caso en particular.
Las pautas para regular tu relación con la comida de las que os quiero hablar aquí son:
(1-) Si te ofrecen comida, piensa antes de aceptarla.
Lo que te estoy planteando es: detén el acto automático de acercar la mano a un alimento que te están ofreciendo. Antes de coger algo de comida piensa ¡stop!, ¿tengo realmente hambre? Si la respuesta es “no”, piensa ¿entonces por qué voy a comerlo? Si la respuesta es “por no hacer el feo al anfitrión”, piensa después ¿qué es más importante para ti? ¿Es realmente tan catastrófico que le rechaces el ofrecimiento de comida? Si estás buscando bajar de peso, cuando te ofrezcan comida, piensa antes de aceptarla.
Como te he comentado antes, hay ocasiones en las que el anfitrión se vuelve especialmente insistente y pesado. Aquí lo que tendrás que hacer es responder usando la Técnica de Disco Rayado. La Técnica de Disco Rayado consiste en actuar como si fueses un antiguo disco de vinilo que tiene una raya, y por lo tanto la aguja lectora del gramófono pasa una y otra vez por la misma pista. Cada una de las veces que pasa el cantante dice exactamente la misma letra y con el mismo tono (sin exaltarse, ponerse nervioso, ni elevar la voz). Justo después de usar la técnica de Disco Rayado cambia rápido de tema haciéndole una pregunta a quien te esté ofreciendo comida. Y cada vez que esa persona insista (que lo hará) usa de nuevo el mismo procedimiento que has realizado, hasta que esa persona desista. Ante su insistencia, no te enojes con ella porque no lo hace con mala intención. La han educado para que piense que ofrecer comida a otros es un signo de amabilidad y preocuparte por ellos.
Simplemente, di amablemente que no, y recuerda siempre: Tienes derecho a decidir lo que metes en tu boca.
(2-) ¿Y qué hacer si te queda algo de comida en el plato (o en la fuente, o en la olla)?
Bueno, esto va a ser un poco más complicado y te va a llevar algo más de tiempo. Tu cerebro ha aprendido durante muchos años a tener una sensación de saciedad mediante el canal de la visión del plato vacío. Vas a tener que devolver al cerebro los canales originales de saciedad que partían de la tensión de las paredes de tu estómago en lugar del canal visual que proporcionan tus ojos. Esto llevará algo de tiempo. Pero va a ser rotundamente efectivo. Para ello, el paso principal ha de comenzar por eliminar en ti la obligación de terminar tu plato. A medida que vayas comiendo tienes que ir pensando si realmente deseas continuar. Tienes que ir valorando cómo está tu estómago. Éste te devolverá la sensación de tensión que tiene. Haciéndolo, tu cerebro procesará esa sensación para generar de nuevo en ti el deseo de parar de comer.
Si de forma habitual ves que te sobra comida en el plato, tienes que hacer estas dos cosas:
- Si has cocinado en tu casa para ti, plantéate si está siendo buena idea cocinar comida en tanta cantidad. Si habitualmente te sobra, cocina para que no te sobre. Acostumbrarte a cocinar justo lo que vas a comer tiene un claro inconveniente: tendrás que cocinar cada vez que vayas a comer porque no te quedarán las sobras de una comida anterior. Y tiene una clara ventaja: reducirás el consumo de alimentos que tu cuerpo realmente no está necesitando.
- Plantéate también si es buena idea poner la bandeja sobre la mesa, o poner la fuente, o la olla de comida. Si has cocinado en una fuente, o en una olla, otra decisión que puedes tomar quizá más inteligente es servirte la comida en platos en la cocina en lugar de poner la fuente o la olla sobre la misma mesa en la que estás comiendo. Comerás menos porque disminuirás la tendencia a repetir, y te ayudará a perder peso.
(3-) Come un poco más lento.
Si eres consciente de que habitualmente comes bastante rápido, vas a tener que marcarte otros tiempos diferentes para comer. Recuerda que tu estómago necesita algo de tiempo para decirle a tu mente que ya está saciado. Aquí te dejo algunas ideas para que lleves a cabo:
- Puede que comas rápido porque eres una persona bastante nerviosa. En este caso mi consejo es que empieces a asociar el momento de la comida con un momento que te das para ti, para relajarte, para estar tranquilo/a, sin prisa.
- Puede que comas rápido porque tienes otras obligaciones que te requieren terminar rápido. Por ejemplo, si tienes que salir a trabajar, o servir la comida a tus hijos. Aquí tocará tomar una decisión firme de otorgar a tu propia comida el tiempo que se merece. Tu comida no es un ritual del que tengas que zafarte rápidamente porque tienes que hacer otras cosas más importantes. Es un tiempo que tienes que dedicar a ti. Comer lento en estos casos es ya cuestión de autoestima y de auto-respeto a tus propias necesidades personales. Prioriza tu salud frente a lo que los demás esperan de ti. En definitiva, impórtate y respétate un poco más. Te ayudará a bajar de peso.
(4-) No hagas las cosas solamente “porque es lo normal”.
Este es un ejemplo más en el que se te presentarán múltiples situaciones en las que tendrás que demostrar que tu propia opinión y tu propio criterio te importa más que la opinión que los demás generen sobre ti.
No te sientas con la obligación de comer nada que no necesitas comer. Saca esa obligación de ti ahora mismo. Es maduro y responsable tener control de lo que ingieres y no comer por obligación social, o cultural.
Si el primer plato te ha satisfecho suficiente, no tienes por qué comer el segundo plato. No es obligatorio. Ni siquiera aunque ya lo hubieses pedido. Vence la presión social que puedas sentir. No tienes por qué continuar comiendo un segundo si no lo necesitas.
Del mismo modo, si todos piden postre y no necesitas comer postre porque ya has saciado el hambre ¿para qué vas a añadir un postre? Es cierto que los postres son generalmente muy sabrosos, pero si prefieres degustar un postre sabroso, no sacies del todo tu apetito antes de que llegue el postre. Deja un poco más de espacio en tu estómago. Si comes postre, asegúrate de comerlo teniendo hambre, y no comas por pura costumbre social.
El maestro chino Confuncio divulgó el principio Hara Hachi Bu: «Come hasta que te hayas llenado al 80%». Se piensa que esta enseñanza de Confuncio que llevan a rajatabla muchos habitantes de Okinawa está en la base de su buen estado de salud y del récord mundial de longevidad que ostentan sus habitantes.
Tener buena autoestima implica reducir en qué medida influyen los demás sobre lo que tú decides comer o beber. No puedes aceptar ingerir algo solo porque es lo que otros esperan de ti.
(5-) Evita comer “porque lo tienes a mano”.
¿Cómo? Reduce ya la disponibilidad que tienes de determinados alimentos. Hay alimentos hipercalóricos y bebidas azucaradas que no deberías tener en casa si estás tratando de bajar de peso. Saber que los tienes te va a generar el impulso de consumirlos.
Por ejemplo: ya has preparado la comida. Abres la nevera y ves unas cervezas y unos refrescos de cola. Los habías comprado “solo por si viene alguna visita”, ¿recuerdas? No eran realmente para tomarlos tú a solas. Pero al ver esas latas decides servirte una con la comida. Acabas de sumar en un plis 220 calorías a tu plato.
Otra idea relacionada con un punto anterior: cocina lo que hayas planificado que vas a comer. Si generas comida sobrante vas a picar luego simplemente “porque lo tienes a mano”.
Y una idea más: Pon a la vista y muy accesible comida realmente sana. Un frutero siempre lleno con diferentes frutas, o una nevera con verduras, pueden ser buenas costumbres para instaurar hábitos saludables en tu vida. Si comes “porque lo tienes a mano” que al menos sea comida sana.
(6.-) Evitar comer “porque tiene buena pinta”.
Debes hacerte consciente de los procesos automáticos que suceden cuando ves comida con aspecto delicioso. El peligro de no hacerte consciente de este impulso automático es que te lleva a consumir alimentos que tu cuerpo no necesita para cubrir sus necesidades de energía.
Hacerse consciente significa pensar en cada paso que estás dando. Por ejemplo:
- Soy consciente de que he visto un trozo de tarta que tiene muy buen aspecto.
- Soy consciente de que ahora mismo no tengo hambre. Mi cuerpo no me pide realmente comida.
- Soy consciente de que he cogido el trozo de tarta. Me voy a disponer a comerlo.
- Soy consciente del sabor delicioso que tiene la tarta que me estoy comiendo.
- Soy consciente de que he terminado de comer el trozo de tarta deliciosa que no necesitaba comer porque no tenía hambre.
Realizar este proceso mental te tiene que llevar a ver en cuál de estos 5 puntos debes interrumpirlo. Volviéndolos a leer, ¿serías capaz de averiguarlo?
Podría parecerte costoso detener la sucesión de estos 5 pasos en ese que has señalado ahora. Pero tu proceso de maduración, que te ha llevado hasta tu edad actual, está lleno de situaciones de éxito en las que has aprendido a reprimir decenas de impulsos para evitar un perjuicio indeseable si no lo haces. O para obtener un beneficio:
- A los pocos años de vida veías a otros niños en el parque con juguetes chulos y el impulso de posesión te llevaba a arrebatárselos de las manos para jugar solo tú con ellos. Con el tiempo aprendiste a no forzar a otros niños para robarles sus juguetes. Y lo lograste.
- De adolescente de las cosas que más te gustaban eran estar con tus amigos/as. Había veces en las que tenías exámenes. Ellos te venían a buscar a casa. Te apetecía mucho salir, pero te quedabas para seguir estudiando y así tener bien preparados los exámenes. Eso te permitió aprobar y obtener otros beneficios.
- Ya en tu edad adulta seguro que hay un montón de cosas a tu alrededor que te apetecen, pero eres capaz de frenarte y no echarles la mano a todas para poseerlas o para disfrutarlas. ¿Es así?
Desde hoy tendrás que aprender a detectar más cuándo tu cerebro está expuesto a la visión de comida apetitosa que te activa el impulso automático de consumir. Tu mente no te frena con la suficiente intensidad cuando aparece. Debes de echarle una mano. Debes hacer un esfuerzo. Es un signo de madurez por tu parte. Va a tener que llegar un momento en el que la capacidad de juicio que tienes mande sobre el impulso automático de comer sin hambre. Desde ese día te resultará más fácil controlar la ingesta porque dejarás de comer cosas solo «porque tiene buen pinta»
(7-). Evita comer “porque es gratis”.
En este último punto te voy a plantear que reflexiones sobre qué es más inteligente por tu parte. ¿Es más inteligente comer algunas cosas porque son gratis, o no comer algunas cosas aunque sean gratis? Llega a tus propias conclusiones con esta situación:
Estás con un amigo en ese desayuno bufet del que hablaba antes. Tú te has puesto un café con leche, una tostada y una manzana. Tu amigo se ha puesto un cuenco de leche con cereales, los tres tipos diferentes de queso, dos panecillos con mantequilla y mermelada, una napolitana de chocolate, yogurt con pasas, tarta de queso y zumo de naranja.
Tú has sumado con tu desayuno unas 150 calorías. Tu amigo se va a zampar unas 1400 calorías.
Para ti, hasta hoy, no aprovechar estas situaciones era poco inteligente. A lo mejor tu mente te enviaba la falsa excusa de: “por un día no pasa nada”, pero tus últimos años están llenos de “por un día no pasa nada” en donde comes realmente “porque es gratis”. Ahora toca pararte y pensar si estás tomando decisiones inteligentes.
Que sea gratis (o que esté ya pagado) no debe ser una excusa para sumar calorías en tus comidas. Cada vez que alguien te ofrezca algún alimento gratis, o que lo tengas disponible sin coste, valora si debes llevártelo a la boca.
Pensar sobre lo que ingieres es decidir comer de forma inteligente. Decidir tomar las decisiones más inteligentes es usar la mente. Y por lo tanto usar tu mente cambia tus hábitos y te permite regular de forma estable tu relación con la comida.
Si tú o un conocido necesitáis ayuda para regular algún aspecto de vuestra alimentación, podéis poneros en contacto con mi consulta de psicología en Valencia a través del teléfono que figura en la página de contacto.
Autor del artículo:
Fernando Pena Vivero
Psicólogo. Presidente de la Asociación Española de Psicología Sanitaria.
Profesor universitario de Psicología. Director del Centro de Psicología Calma al Mar, en Valencia.
E-mail: fernando@cop.es