Adquisición autonomía infantil mediante un entrenamiento para padres.
La dependencia infantil por falta de autonomía es un problema que puede acarrear diversas consecuencias en las etapas posteriores del desarrollo del infante. Piaget señaló que el desarrollo es una marcha hacia el equilibrio tanto en la vida intelectual como en la afectiva y social, equilibrio que se traduce en un creciente de autonomía. Para ser autónomos, es primordial la adquisición de algunos hábitos básicos. Ésta adquisición es un signo de madurez evolutiva que marca el grado de independencia del niño con respecto a sus padres. Por lo que cuando los hábitos básicos no han sido correctamente instaurados por los progenitores, se puede considerar el origen de la escasez de autonomía.
Un hábito es aquella conducta aprendida previamente que se lleva a cabo cotidianamente y sin un control externo (Comellas, 2001). Así mismo, se entiende como hábitos básicos de autonomía, en este caso infantil, aquellos comportamientos de adaptación relacionada con la autonomía personal en el aseo, comida, higiene y aspecto físico, que permiten afrontar las exigencias del entorno, sin tener que recurrir a la ayuda de los padres. Concretamente, entre los hábitos de higiene se encuentra el hábito de vestirse y desvestirse.
Entre el primer y segundo año de edad, los niños ya son capaces de colaborar quitándose las prendas más fáciles. Entre los dos y tres años, saben sacarse algunas prendas y colaboran abrochándose las cremalleras. A los tres y cuatro años, son capaces de abrocharse botones fáciles y pueden desnudarse solos, aunque con cierta dificultad. Entre los cuatro y cinco años, comienzan a ser autónomos sabiendo desnudarse y vestir correctamente, aunque se les tiene que ayudar con ciertos cierres. Y es entre los cinco y seis años, es cuando el hábito debe estar instaurado correctamente.
Pero, en ocasiones, los niños tardan más en adquirir algunos hábitos, limitando su vida y la de sus padres (Rodríguez y Zheag, 2009).
Como es sabido, la práctica es imprescindible para conseguir dominar cualquier hábito. Sin embargo, muchas veces por diversas circunstancias, los padres visten y desvisten a los niños provocando una falta de responsabilidad por parte del menor. Si esta ayuda se repite con frecuencia lleva a convertirse en un hábito propio del niño, por lo que cuando no ocurre lo esperado se inicia una serie de actitudes aversivas por parte del hijo tales como rabietas, comportamientos y arrebatos emocionales perturbadores o desagradables en respuesta a deseos o necesidades insatisfechas.
En los primeros años de vida, los padres son parte fundamental en el proceso de desarrollo y maduración del niño. Cumplen funciones como la socialización, el afecto, las normas y valores, el desarrollo emocional, la comunicación o los aprendizajes básicos.
En el siguiente enlace podéis disponer del estudio de caso realizado:
Gala Márquez, Psicóloga Colaborado en el Centro de Psicología del Grupo Papillón.
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