La muerte y cómo le afecta al ser humano. Una entrevista a la psicóloga Estefanía Cárcel.
Estefanía Cárcel es psicóloga con amplia experiencia en el tratamiento de pacientes
en Calma Al Mar Centro de Psicología, ubicado en el centro de Valencia. También es
vicepresidenta de AEPSIS (Asociación Española de Psicología Sanitaria).
¿Crees que existe un tabú sobre la muerte hoy día?
No en todas las personas, pero sí es cierto que se evita mucho el tema.
¿Por qué? El ser humano es consciente de todo lo que le rodea. También de que en algún
momento moriremos. Es tan dolorosa la idea, y la incertidumbre que genera es tan potente,
que preferimos obviar el tema. Con el paso de los años, nuestra sociedad ha ido
escondiendo cada vez más el tema de la muerte porque genera incomodidad. No es como
hace décadas, que la muerte era algo cotidiano, los cadáveres se velaban en casa, las
personas morían en sus hogares con frecuencia, la muerte llegaba a una edad temprana,
había una alta incidencia de fallecimientos en niños y personas muy jóvenes, debido a
enfermedades o accidentes. Hoy en día eso ha ido disminuyendo, los velatorios se hacen
en tanatorios, muchas muertes se dan en los hospitales, y existen profesionales que se
encargan de que los familiares tengan el menor contacto posible con el fallecido. También
se les arregla, se les maquilla y viste para velarlos, lo que da una imagen al cuerpo de
normalidad, como si siguiera vivo. El hecho de no ver las marcas, la piel azul, los labios sin
vida, nos hace tener una imagen de la persona que ya no está como si simplemente
estuviera dormida. Al final, se intenta que la muerte sea agradable, y se huye del concepto
real de la misma. Todo esto ha ido creando una idea de la muerte como algo improbable,
algo de lo que no es necesario hablar. La máxima de “vive el presente y no pienses en el
futuro” hace que obviemos el hecho de que algún día no estaremos, como si la muerte no
existiera. A base de evitar el tema y de dulcificarlo, no llegamos a habituarnos a él, cosa que
hace años no pasaba, porque la muerte era algo más natural, más común y más
“esperable”. Hoy vivimos como si fuéramos a ser eternos.
¿Cómo nos beneficiaría si hablásemos más a menudo de ella y cuál es la manera
adecuada de hacerlo?
Hablar de la muerte como una etapa más de la vida y hacerlo de forma natural y frecuente
nos ayudará a normalizar un poco más la idea y a habituarnos a ella, es decir, a
acostumbrarnos. A veces tenemos personas enfermas a nuestro alrededor, y nuestra forma
de pensar (e incluso, se lo trasladamos a ellos) es de que tiene que seguir adelante, que
tiene que seguir “luchando”. Como si una enfermedad fuera una guerra que hay que ganar o
perder. No es cuestión de luchar contra la muerte, sería cuestión de asimilar que la muerte
también es una opción que está ahí, y nos tenemos que preparar psicológicamente para
ello. Esto es lo que se transmite en los cuidados paliativos psicológicos, algo que
desgraciadamente en España apenas existe, y menos aún para niños enfermos. En esos
cuidados paliativos se habla de la muerte como un final que puede llegar, y se ayuda a los
enfermos a que puedan cerrar asuntos pendientes, a que se despidan como les gustaría, a
cumplir últimas voluntades, a estar lo más confortables posible. La forma adecuada de
hablar de la muerte, simplemente es enfrentarse a esa idea, a la incertidumbre que genera.
Esa incertidumbre no la podemos reducir, porque nadie sabe realmente qué va a pasar al
morir. Lo que hacemos es acostumbrarnos a que no lo sabemos todo, que no podemos
controlar lo que va a ocurrir después, y al habituarnos a ello, podremos reducir la ansiedad.
Lo bueno de hablar de la muerte, de enfrentarnos a ella, de acudir a los funerales y
entierros, es que veremos ese hecho de una forma más natural y sosegada. Aún así,
igualmente habrá que pasar por el duelo de la pérdida, pero ese ya es otro tema.
¿Es común que muchas personas tengan miedo o reticencia ante profesiones que
trabajen cerca de la muerte?
No es especialmente común, pero sí es cierto que hay personas que huyen mucho de la
imagen de la muerte, de la idea misma de morir. Y claro, si eres muy sensible al tema
porque has desarrollado un trauma en tu pasado, o nunca te has visto obligado a exponerte
a él, sentirás reticencia ante profesiones que conllevan el contacto directo con los
fallecimientos.
¿Qué es lo que más rechazo causa de ellas?
El pensamiento de que tú también vas a morir en algún momento, y tus seres queridos. Ese
pensamiento genera incertidumbre, y la incertidumbre genera ansiedad. A nadie le gusta
sentir la incomodidad de la ansiedad, por lo tanto “pienso en otra cosa, porque no quiero
estar nervioso”, y al pensar en otras cosas, al evitar el tema, lo único que conseguiremos es
alivio a corto plazo, pero a largo plazo seguiremos sintiéndonos mal (o incluso
irracionalmente mal) ante la idea de la muerte
¿Cómo pueden impactar psicológicamente profesiones como la tanatopraxia o la
medicina forense?
Realmente, a medio o largo plazo, impactarán de forma positiva en el profesional, ya que
empezará a tratar la muerte como hemos dicho anteriormente, de una forma más natural y
serena. Todo esto hay que cogerlo con pinzas, porque cada persona es un mundo, con sus
circunstancias actuales y pasadas, pero a nivel general, lo normal es que lleve a una visión
más realista y tranquila sobre la muerte.
¿Hay que estar hecho de alguna pasta especial?
No tiene por qué. Cualquier persona puede dedicarse a una profesión así, siempre y cuando
no tenga traumas del pasado relacionados con la muerte. Si esos traumas los trabaja con
un psicólogo, podrá superarlos, y dedicarse a ese tipo de trabajos sin problema. Todos los
seres humanos tenemos la capacidad de habituarnos a las cosas, a acostumbrarnos.
Cuando tenemos contacto continuo con algo, ya sea con pacientes enfermos, con niños con
problemas, o con cadáveres que tenemos que maquillar, llega un momento en que lo ves
así, como un trabajo. Deja de afectarte tanto emocionalmente porque el cerebro ya ve esa
práctica como algo cotidiano, y realmente este proceso es claramente imprescindible y
necesario para que podamos contar con gente que se dedique a estas profesiones. Si
nuestro cerebro no se habituara a trabajar en estas circunstancias, no podríamos contar con
médicos, psicólogos, bomberos, enterradores… y todos sabemos que estos profesionales
son imprescindibles en nuestra vida.
¿Puede enseñar lecciones de vida el trabajar cerca de la muerte?
Eso dependerá del temperamento, de la personalidad de cada uno. Habrá quién ese
trabajo le motive a disfrutar más de la vida, o a cambiar hábitos y costumbres, y habrá quién
no se fijará tanto en esas cosas y siga con su vida cotidiana.
¿Cuáles?
Las lecciones de vida que puede enseñar trabajar cerca de la muerte pueden ser desde ser
consciente de lo importante que es dedicarse más tiempo a uno mismo, cuidarse más física
o mentalmente, llevar a cabo planes espontáneos, hasta cuidar más a sus seres queridos y
querer pasar más tiempo con ellos. A veces el ritmo de vida nos lleva a trabajar mucho, y a
dedicar poco o nada de tiempo a nuestro bienestar personal. Cuando ves cadáveres a
menudo, o convives con desgracias continuamente, eres más consciente de que la
tranquilidad y la salud tienen un fin (la vida en sí, llegará a su final), y antes de que llegue
ese fin, te decides a vivir la vida de verdad, con mayor intensidad, con menos
preocupaciones “tontas”.
Se dice a veces que las personas que se dedican a especialidades como la medicina
o la enfermería a veces se acostumbran y se vuelven “de hielo” ante el sufrimiento.
¿Puede ser cierto?
Por supuesto. De hielo tampoco, porque todo el mundo se siente afectado por sus
problemas personales, pero sí es verdad que actúan hacia el paciente muchas veces de
una forma distante, como si no les afectara en absoluto dar malas noticias u operar a una
persona a corazón abierto. Tenemos que tener en cuenta que, como he explicado
anteriormente, es natural y psicológicamente adecuado que esto ocurra. Si los médicos,
enfermeros, o psicólogos, nos viéramos afectados emocionalmente por nuestros pacientes,
no podríamos trabajar. Sería imposible. ¿Cómo un médico va a poder pensar fríamente en
el tratamiento oncológico de su paciente si se encuentra secuestrado emocionalmente por
la tristeza o la ansiedad? Eso no quita que es cierto que sería necesario que en ciertas
profesiones se les ayudara a desarrollar un poco más la empatía y a comunicar malas
noticias de forma adecuada. Los psicólogos empatizamos con nuestros pacientes, es
nuestra labor. En medicina, no se trabaja eso, pero realmente se debería. El cuidado
emocional de nuestros pacientes es vital para que enfrenten las cosas de una forma más
adaptativa.
¿Cómo se deben afrontar este tipo de profesiones para que esto no suceda?
La habituación es necesaria para poder rendir en este tipo de profesiones, eso está muy
claro. El distanciamiento emocional que se crea entre el profesional y el paciente ayudará a
que el profesional pueda pensar con mayor claridad. Aún así, no podemos dejarnos en casa
totalmente nuestra parte humana. El paciente es una persona que sufre, que tiene miedo,
que no entiende muchas veces lo que le decimos los profesionales. Ahí entra la importancia
de empatizar con él para hacerle el proceso más fácil. Muchas veces esta es la horma en el
zapato de muchos profesionales sanitarios, y es necesario empezar a cambiarlo.
¿Qué recomiendas como psicóloga a quienes trabajen cerca de la muerte?
Primero, les daría las gracias por haber decidido dedicarse a algo tan duro. Los psicólogos
emergencistas, los médicos forenses, la tanatopraxia, todas estas profesiones (entre otras
muchas) conllevan muchas veces shocks y sufrimiento, por lo que no todo el mundo está
dispuesto a pasar por ahí, no a todo el mundo le apetece dedicarse a esto, así que gracias
por estar ahí. Segundo, les recomendaría hablar de su profesión de forma natural, para
poder procesar psicológicamente y de forma adecuada todo lo que ven diariamente en su
jornada laboral. También les pediría que se cuiden mucho en su tiempo libre. ¡Os necesitamos frescos y cuerdos!