El enemigo silencioso de la vejez: La soledad
Como bien nos hace ver los medios de comunicación, el envejecimiento demográfico es un tema de actualidad que poco a poco se ha ido acentuando más y es que este proceso evolutivo ha provocado que se reforme la estructura familiar tradicional. Así pues, podemos encontrar familias en las que aún conservan al padre o la madre en vida y donde coexisten entre tres o cuatro generaciones. Sin embargo, los últimos estudios revelan que, por ejemplo, las personas mayores desean evitar suponer una carga para sus familiares y se resisten a abandonar su propio hogar, aunque se ha observado que mantienen la comunicación a distancia con los mismo. A pesar de que en una familia haya más parientes que nunca, los marcos relacionales se han transformado sustancialmente y la manera de comunicarnos entre nosotros también.
Todos estos factores, entre muchos otros, pueden influir en el bienestar subjetivo de las personas mayores y en el sentimiento de soledad. Diversos estudios han puesto de manifiesto que en España existe un alto porcentaje de mayores de 65 años que sufren soledad (en torno al 40%), aunque a nivel Europeo esta problemática puede aumentar más del 60% de los mayores. Es importante diferenciar entre estar solo y sentirse solo, puesto que una persona puede estar acompañada pero sentirse sola. Por soledad entendemos como una insatisfacción respecto a la cualidad y cantidad de relaciones interpersonales, por tanto, es un estado subjetivo que puede ser diferente a la realidad objetiva. Además, suele acompañarse de una baja satisfacción de vida y sentimientos de vacío, enfado e inutilidad, lo cual se relaciona enormemente con la depresión y el afecto negativo.
Entorno a los años 80 ya se hablaba de la importancia de realizar intervenciones de calidad para apaliar el sentimiento de soledad de las personas mayores, y para ello es importante tener en cuenta el entorno social en el que nos rodeamos, entre otros factores. El apoyo social se podría traducir en bienestar, reducción del aislamiento y el aumento de las conductas saludables, así como un elemento moderador del impacto de los sucesos vitales estresantes, donde está incluido el apoyo emocional compuesto por el afecto, la empatía, etc. También, se ha evidenciado la importancia del apoyo social recibido a través de conversaciones telefónicas y de visitas de amigos, familiares y vecinos, así como la participación en las actividades sociales. La vejez es un periodo vital en el que el nivel de dependencia tanto físico como psicológico del mayor se incrementa considerablemente, colocándole en un estado de vulnerabilidad. La red de apoyo social se convierte así en un importante andamiaje.
Hoy en día existen numerosas intervenciones para trabajar la soledad, pero éstas presentan muchas limitaciones debido a su baja fiabilidad, al mal uso del concepto de soledad y también por centrarse únicamente en obtener resultados a corto plazo. Los recursos para paliar la soledad son escasos y sería interesante promocionar los servicios de proximidad, como centros de jubilados, para poder ayudar a los mayores que la padecen. La soledad se puede reducir ya sea mediante la mejora de la calidad de la red social o haciendo frente a los sentimientos que de ella se derivan, por lo que consideramos necesario un plan de actuación ante la vida para luchar contra la soledad, para que las personas mayores puedan reintroducirse en su vida cotidiana, crear nuevas relaciones sociales y poder lograr una mayor satisfacción con la vida.
Rut Mares Arnal
Psicóloga General Sanitaria y Psicogerontóloga
Colaboradora del Centro de Psicología Calma al Mar, en Valencia.
Contacto: rmpsicologavlc@gmail.com
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