El valor del fracaso.
¿Es necesario aprender a perder? Sin duda no nos queda otra opción si queremos vivir con una cierta tranquilidad de espíritu.
En el éxito los errores pasan desapercibidos, desde el éxito pocas veces hacemos una reflexión clara y sincera. En el fracaso los fallos están más visibles. De los fracasos surge el análisis, la autocrítica, la frustración. De todo ello podemos hacer un área valiosa de aprendizaje que nos enriquezca y nos prepare para los próximos fracasos que seguro están por venir.
¿Qué podemos aprender de los fracasos?
- Conocer los límites de cada uno. Reconocer las carencias que tenemos, ser humildes en lo que realmente podemos o no podemos conseguir con lo que tenemos.
Aunque desde algunas corrientes se promueve que podemos conseguir todo si nos lo proponemos con ahínco o lo soñamos con ganas, una visión realista de las capacidades de cada uno es mucho más relajante. Hagamos un análisis de coste/beneficio sobre lo que supone alcanzar las metas que nos hemos propuesto.
- Reconocer que no todo está bajo nuestro control. Saber distinguir el límite entre los que podemos modificar y lo que no y resignarnos a aceptar que hay cosas que escapan a nuestro poder.
Luchar con uñas y dientes por lo que está en nuestras manos, pero resignarnos a aceptar lo que no está bajo nuestro control. Saber encontrar este límite es de sabios. La esperanza es necesaria pero en ciertas ocasiones en que todo está perdido es el camino del autoengaño. Aceptar la vida como viene cuando no depende de nosotros es recibir con los brazos abiertos la incertidumbre, dejarnos hacer por la naturaleza. - Cómo está nuestro ego. Cuánto nos ha dolido este fracaso es una buena manera calibrar cuánto estamos dominado por nuestro ego. Es una oportunidad para trabajar en librarnos de la necesidad de ganar, de tener razón, de ser superior, de identificarnos con nuestros logros.
- Aumentar nuestra tolerancia a la frustración. Gestionar nuestras emociones y generar respuestas de flexibilidad cuando las cosas no son como esperamos, incluso aunque pongamos todas nuestras ganas y nos entreguemos del todo. Esta capacidad nos va a servir para poder empezar a construir algo nuevo desde la derrota.
- Desear lo que ya tenemos. Embarcarnos en nuevos proyectos está bien, soñar, querer mejorar cada día, pero no permitir que pasen desapercibidos los no-sufrimientos que tenemos, los no-problemas, las no-carencias, esto es inteligente. Esto que parece tan obvio y que pocas veces ponemos en práctica: disfrutar del camino, pararnos a contemplar cuánto hemos andado, no vivir en la insatisfacción continua, disfrutar del ahora.
Raquel Cabrera, Psicóloga Colaboradora en la Consulta de Psicología del Grupo Papillón.
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