Mi autoestima y las redes sociales: ¡No quiero depender de los like!
Los seres humanos tenemos la capacidad de adaptarnos a nuestro entorno y, por lo tanto, a los cambios que en él se producen. Con cada nuevo descubrimiento o desarrollo científico-tecnológico, nuestra vida cambia. Modificamos nuestro comportamiento, nuestras rutinas, nuestras formas de interactuar con nuestro contexto.
Actualmente, vivimos en un mundo informatizado, y debemos adecuarnos a ello. Los caracteres de ordenadores, tabletas y móviles están a la orden del día. Nos movemos entre “share, likes, retweet…”. Las redes sociales parecen marcar el inicio y fin de nuestra vida, porque si todo el mundo está informatizado y tú vives en el mundo… tú tienes que estar 100% informatizado. Pero, ¿cómo afecta esta nueva socialización a nuestra autoestima y forma de relacionarnos con las personas de nuestro entorno?
Entendemos la autoestima como la valoración que le damos a nuestras propias características. Dicha estimación se realiza en base a nuestras opiniones pero, principalmente, en función de la consideración que las personas allegadas tienen sobre nosotras/os. Hasta no hace mucho, esta información la recibíamos de nuestras interacciones cara a cara. Podíamos saberlo directamente, o sospecharla. Hemos aprendido a interpretar el comportamiento corporal de las personas con las que hablamos. Incluso así, pueden engañarnos y realizar interpretaciones erróneas. ¿Qué pasa con la comunicación en redes sociales? No tenemos ningún tipo de referente visual que nos ayude a entender los mensajes, que nos contextualice lo que la otra persona quiere decir. Y esto genera infinidad de malos entendidos, afectando, irremediablemente, a la valoración que hacemos sobre nosotras/os.
Podemos usar las redes sociales para buscar reforzamiento positivo de lo que hacemos diariamente. Cuando subimos una foto, esperamos recibir likes y comentarios positivos de todas las personas que tenemos como amistades en la red (de las que un bajo porcentaje forman parte de tu vida diaria). Olvidándonos de posibles haters, la tendencia actual es que cuanta más respuesta tiene tu publicación, mejor valoración tiene el mundo sobre ti, mejor haces la cosas, mejor eliges, mejor hablas… mejor eres. Se supone que la autoestima se convierte en positiva porque a la gente le gustas.
¿Qué pasa si tu foto no tiene ese efecto? ¿Cómo te sientes? ¿Se supone que has hecho algo mal, que la gente no te quiere, que lo que haces no tiene valor? Inmediatamente, tu autoestima positiva flaquea. El mundo te manda un mensaje: lo que haces, lo que dices, lo que escribes no vale porque nadie lo valora. Y aquí tenemos un importante y grave problema. Por un lado, puedes estar recibiendo un reflejo distorsionado de la opinión de las/os demás (¿crees que una taza de café del desayuno, en tu vida real, tendría una gran ovación o muestra el valor que tú tienes?) y, por otro, puede generar una dependencia (adicción, necesidad… usa la palabra que más te guste) a recibir esos feedback de otras personas.
Podemos ver como palabras lanzadas a la red afectan directamente en cada persona que las lee. Pueden ser positivas o negativas, llevar mensajes implícitos o no, buscar agradarte o no… pero el impacto está ahí. No es lo mismo tener en cuenta la opinión de tu entorno social y familiar (que, según el número de Dunbar, está compuesto por un máximo de 150 personas y puedes manejar y discutir directamente con esas personas), que incluir las valoraciones de todas las personas que verán lo que tú has publicado (tus amistades de facebook-¿cuántas tienes?-, amigas/os de tus amigas/os, familia de tu familia… ¿Te has parado a pensar cuánta gente puede llegar a ver tu publicación, de la cual, no conocerás a la mayoría?).
Aun con esto, el influjo de las redes sociales alcanza muchos otros terrenos:
– Modifica nuestro estado de ánimo y nuestras decisiones diarias. Las respuestas que damos y recibimos nos generan un impacto emocional: pena si no las hay, euforia si hay muchas.
– Reduce nuestra capacidad de relacionarnos cara a cara: hacer amistades, ligar… Es más fácil escribir una serie de palabras en un móvil, que expresarlas oralmente cuanto tienes a la persona indicada en frente (con sus expresiones faciales que en internet no ves y, por lo tanto, no te influyen). Aunque los emoticonos puedan “ayudar” a relacionar frases con emociones, siguen siendo símbolos que elegimos para comunicarnos (¿o acaso no analizas qué emoticono usar en cada momento y según qué persona?). Aunque podemos controlar nuestra conducta no verbal, muchas cosas se nos escapan, de ahí la riqueza de la comunicación en persona, en vivo y en directo, sin intermediarios.
– Ocupa e interfiere en el tiempo de ocio que podrías dedicar a actividades gratificantes y a vivir experiencias reales con tu entorno. ¿Cuánto tiempo de tus vacaciones o fiestas dedicas a hacer fotos y publicarlas con el filtro y palabras adecuadas?, ¿cuántas veces presencias algo espectacular en persona pero, en realidad, lo estás viendo a través de la pantalla del teléfono para “tenerlo inmortalizado” y compartirlo en tu cuenta de facebook?, ¿te han tenido que repetir algo porque estás atendiendo al móvil y no a las personas que están físicamente contigo?, ¿alguna vez te has tropezado en la calle por ir mirando el móvil?
– Desvirtua las relaciones humanas. La facilidad que supone conocer a gente por internet, infravalora la belleza y emoción que supone relacionarse con alguien personalmente. ¿Conociste a alguien de vista y, antes de hablarle en persona, has preferido buscar su perfil social y agregarlo como amistad? Esto reduce la ansiedad normal asociada a entablar relación con alguien, pero pierde la esencia propia de lo que son las interacciones humanas: las emociones en directo, la necesidad de analizar rápido qué y cuándo responder, el feedback inmediato a tu respuesta… ¿Es lo mismo ver una película que una obra de teatro, o una improvisación teatral?
Como podemos ver, las redes sociales tienen un efecto enorme en nuestra vida. Aunque suponen grandes ventajas (mantener contacto con personas que viven lejos, conocer a gente diferente, comunicación rápida con tu entorno…), debemos ser cautelosos en cuanto al tiempo y dedicación que les brindamos.
Recuerda que la vida no está en las pantallas. El número de amistades en facebook no dictamina lo buena persona que eres. Un número elevado no indica buena calidad en tus relaciones de amistad.
Pregúntate: ¿lo que hago tiene que estar aprobado siempre por otras personas?, ¿a cuántas personas les tiene que gustar?, ¿cuáles son las personas cuya opinión te resulta realmente importante?, ¿no es suficiente mi valoración?, ¿por qué subes fotos continuamente?, ¿lo necesitas?, ¿supone un problema para ti que tu publicación no tenga el efecto esperado?, ¿qué te aporta, qué buscas con cada edición?, ¿sacas fotos sin compartirlas en tus redes sociales, o la mayoría son publicadas?
Analiza tus respuestas, tu relación con las redes sociales. Busca el equilibrio pero, sobre todo, VIVE LA VIDA EN DIRECTO.
Vanesa Pernas Martínez
Psicóloga sanitaria
Psicóloga de los Servicios Municipales de Igualdad del Ayuntamiento de Mieres (Asturias)
Colaboradora del Centro de Psicología Calma al Mar (Valencia)
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